Desde fuera el edificio es algo sobrio, de no haber letrero nadie puede decir que haya una cervecera dentro. Una vez dentro parece que uno se traslada muchos años atrás. Limpieza casi manuel de toneles, madera por todos los lados en las vigas, paredes, etc, telarañas, polvo,... y es que por algo en este templo se elaboran las mejores (o cuasi mejores) cervezas de fermentación espontánea del mundo.
Para realizar la visita guiada... por nosotros mismos junto a una fotocopia de papel con al historia de la Brasserie en castellano, se pasa por todos los sitios: desde donde tiene lugar la mezcla de malta con agua hasta el almacenaje. Llama especialmente la atención la cuba, o mejor dicho, bañera de fermentación. Únicamente levantaba un palmo de alto, pero eso sí, muy extensa. Con ello se favorece que hay mayor superficie de cerveza en contacto con el aire, en contacto con aquellas levaduras que campan libremente por este lugar.
Al finalizar la visita se nos dio una pequeña cata de un par de Cantillon. Una creo recordar era la Kriek, y otra pudiera ser la Gueuze, aunque no estoy muy seguro. Expectación... primer sorbo decidido... uffff... tiene algo... segundo sorbo ya con los labios de piñón... efectivamente tiene algo... que no me gusta nada de nada.
Lo siguiente ya los que asistimos, sobre todo José Luis y yo, fue mofarnos de la propia cerveza, no sin antes causar algo de estupor por nuestras mofas entre los asistentes al templo cervecero. Por qué sería...
Más de tres años después me he decidido dar una segunda oportunidad a este tipo de cervezas. Hablando con un maestro cervecero alemán me comentó que a una cerveza no se la tiene pillado el 'punto' hasta que no se la cata 100 veces..., en fin.
Primero me he ido concienciando de este estilo; probando algunas que si bien no son por enteramente por fermentación espontánea, sí que tienen similitudes. Este es el caso de las Rodenbach o la Rodenbach Grand Cru (grata experiancia); así como algunas afrutadas.
Vi una botella de Cantillon Kriek en una conocida tienda cervecera de Madrid y pensé "...y por que no?". Mi valoración es bastante mejor que cuando la probé en la Brasserie, una pena porque el lugar era idóneo para disfrutar de estas cervezas. La Cantillon Kriek es rojiza con espuma rosa de fácil formación pero que se disipa y desaparece muy rápidamente. El aroma es acido, agrio y con cerezas -la Brasserie se jazta de elaborar sus cervezas, o al menos la kriek, con cerezas naturales-. El sabor tiene cierto toque 'viejuno', a madera, seco, más cerezas y acido, con un final prolongado y si se me permite avinagrado; lo cual no es una mala característica tratándose de este tipo de cervezas. Bastante carbonatada, picant, ligera de cuerpo.
Al menos esta segunda vez he visto a esta cerveza de otra forma, concienciado con lo que me iba a encontrar. Por otro lado haber probado anteriormente estilos similares quizás haya favorecido a: primero, que esta segunda oportunidad que le he dado a la cerveza haya merecido la pena; y segundo, me anime a buscar otras cervezas de la misma Brasserie.
Moraleja: "Toda cerveza merece una segunda oportunidad"...
Toda cerveza merece segunda oportunidad, cierto, pero a mí las Cantillon se me resisten... supongo que debo encontrar el acompañamiento ideal... me causan ardores... es cierto... Totalmente de acuerdo en lo de la Rodenbach Grand Cru... cervezón!!!
ResponderEliminarHay muchas cerveza que no sólo es tomarlas y ya está. Hay, como bien dices, buscar algo que las acompañe, incluso yo diría aún más..., hay que buscar el lugar y momento determinado para tomar cada cerveza
ResponderEliminarHola compañero, pues la verdad que la última frase que dices es tan cierta como un templo. Y no ya solo con cervezas complicadas que el problema puede estar en que no tenemos paladar (como cuando pruebas las primeras gueuze, las rauchbier o incluso las IPA y doble IPA muy cargadas de lúpulo) sino con cualquier cerveza.
ResponderEliminarHace no mucho contaba por un blog que la Urthel Hop-it me falló estrepitosamente la primera vez, cuando toda la gente me hablaba bien. La reprobé semanas después y todo lo contrario, lo que deduje como problema de la botella, transportista o ese mundillo de cosas que no controlo, jaja! Con la Hommelbier me pasa continuamente, pero ya le he pillado el truquillo y es que el lúpulo aromático que posee no aguanta muy bien la guarda y se estropea un poco con el tiempo.
Bueno todo este rollo es para darte la razón con lo que comentas.
Sobre Cantillon, pues para mi quizás la mejor visita cervecera que he hecho nunca. Recomendable al 100%.
Ah, y decirte que mi blog es Lupuloadicto, por si no lo conocías ya que no te lo he visto en el blogroll, jeje! Yo el tuyo ya lo tengo desde hace una temporadita.
Saludos!
Las Imperial IPA aún me tienen que ganar el corazón, ya son algunas catalogadas como IPA y me cuestan como para encima meterle más ración de lúpulo. Lo que más me gusta de ellas es el aroma que desprenden (el sabor ya dio que se me resiste... de momento) y de las que he probado me quedo con la Yang de Evil Twin.
ResponderEliminarDebo suponer que el blog no te gusta, no? Porque ya te lo he comentado varias veces y no he recibido respuesta por tu parte, jeje!
ResponderEliminarCómo que no!!, lo sigo desde hace tiempo. Lo que si es cierto que no lo tenía en el blogroll, pero ahora ya está.
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